Benzema no siempre fue el futbolista genial que es hoy, aunque muchos se empeñen en vender lo contrario.
Benzema es uno de los mejores delanteros del mundo, y Benzema es uno de los mejores futbolistas del mundo, un jugador al que a día de hoy solo la falta de títulos colectivos le separa de la lucha por el Balón de Oro. Pero hay que recordar que no siempre fue así. En las últimas semanas han aumentado los comentarios entre muchos periodistas deportivos españoles que se jactan de haber descubierto a Benzema hace años, “ahora todos se suben al barco de Benzema”, “sois muy jóvenes, pero hubo un tiempo en el que se discutía a Benzema”, proclaman. Pero la realidad es que Benzema no siempre estuvo ahí, y los comentarios sarcásticos y oportunistas con los que el periodismo patrio se da golpes en el pecho defendiendo el pasado del francés no se sostienen.
Los hechos confirman que Benzema ha sido un jugador tardío, y no pasa nada por admitirlo. En el fútbol, como en la vida, no todos evolucionamos al mismo ritmo, no todo el mundo puede ser Messi o Cristiano Ronaldo, talentos precoces que ganaban Champions y balones de oro antes de los 25.
Con Benzema se ha sido justo, durante muchos años la indolencia, la falta de físico y la irregularidad fueron los calificativos que más acompañaron al futbolista-bailarín criado en Bron, porque sencillamente eran lo que transmitía su rendimiento y su comportamiento. En el campo sus estadísticas eran mediocres y su aportación al juego colectivo insuficiente. Con el paso de los años fue madurando, pero el ostracismo al que estaba recluido dentro y fuera del campo por compañeros de equipo como Cristiano o Bale no le favorecía. Sobre su figura siempre parecía surgir un interrogante, se le tildó de genio incomprendido, un genio que sobrevivió a su peor época gracias a que sus grandes valedores eran dos de los pilares más consistentes del Real Madrid del siglo XXI, Florentino Pérez y Zinedine Zidane.
Los títulos se seguían acumulando, pero Benzema parecía no salir nunca en la foto. Hasta el año 2018. En una temporada mala del Madrid y no especialmente brillante del ‘9’, el galo ganó su tercera Champions consecutiva marcando un gol de pícaro en la final, un tanto lejano para un artista como él, cercano para alguien como Raúl. Desde ese momento todo favoreció el crecimiento de Benzema, que parecía haber adquirido la mirada determinada y el instinto animal del mítico ‘7’ blanco. La marcha tras la final de Kiev de Cristiano le liberó, la ausencia en alma pero no en cuerpo de Bale (que estaba llamado a suceder al portugués), también.
Así asistimos no solo a la sorprendente explosión goleadora de un jugador que ya superaba la treintena, sino al descubrimiento de un líder, un nexo en el vestuario blanco entre la vieja guardia y los noveles que dan sus primeros pasos por el Bernabéu. Desde la partida de CR7, mito del madridismo moderno y caudillo de la copa de Europa, ningún futbolista ha sido más para el Real Madrid, ni Modric, ni Kroos, ni Sergio Ramos hasta su marcha. Entonces sí, entonces el atacante madridista se ganó el favor de prensa y aficionados con todo merecimiento.
Benzema ha sido capaz de florecer en un Madrid de entreguerras, de ser el faro en las noches más oscuras hasta el punto de ser considerado una leyenda viva del Real Madrid. Ha acostumbrado al público a ser un delantero voraz, un mediapunta de la más alta costura y el mejor volante cuando el equipo lo ha necesitado. Con su evolución, Benzema ya tiene su nombre grabado con letras de oro en la historia del club más exigente del mundo, porque no olvidemos que hablamos del extranjero que más veces ha vestido la camiseta blanca y del que, si nada se tuerce, será el segundo máximo goleador de la historia del Real Madrid en poco tiempo superando a Santillana, Alfredo di Stéfano y Raúl González, casi nada. Inalcanzable está Cristiano, en una galaxia particular solo apta para seres extraordinarios.
Aquel futbolista tímido y frío se ha convertido en un guerrero de muñeca vendada idolatrado por todo el madridismo, que le agradece no solo su fútbol y goles, sino también su ejemplaridad fuera del campo, su saber estar con el club y el magisterio que ejerce sobre los compañeros más jóvenes.
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