En medio de apagones, polémicas y una lluvia de botellas, Barcelona SC goleó 4-0 a Emelec como visitante
Un domingo que comenzó en familia terminó en una noche de rabia para la hinchada azul y de fiesta para los toreros. Barcelona SC volvió a demostrar que el Clásico del Astillero es un partido aparte y goleó 4-0 a Emelec en su propio estadio, en un duelo cargado de emociones, marcado por el regreso de Joao Rojas y algunas decisiones arbitrales discutibles.
Desde el primer minuto, se notó la diferencia. El mediocampo tuvo otro aire con Leonai Souza, quien volvió a ser el corazón del juego torero: ordenó, recuperó y le dio pausa al equipo. Fue ese pulmón que permitió a Barcelona manejar la pelota con criterio y atacar con calma. Con él en cancha, el equipo se movía con claridad y control; sin él, todo se desordenaba, sobre todo por las bandas. En contraste, Johnny Quiñónez tuvo otra noche floja, sin peso en la creación ni presencia en el juego.
Octavio Rivero rompió su sequía de nueve fechas sin marcar, y no pudo ser en un partido más especial: otra vez ante un rival al que ya le ha anotado antes. Apenas al minuto 4 silenció el George Capwell con un gol que desató la fiesta en la hinchada visitante. Más tarde, al 37, Joaquín Valiente, tras una buena pared con Quiñónez, definió con categoría y puso el 2-0 antes del descanso.
Del lado de Emelec, el mediocampo no estuvo a la altura. Los peruanos Alfonso Barco y Christian Cueva, fichajes que llegaban con mucha expectativa, ofrecieron muy poco en la primera parte: sin desequilibrio ni presión, y fueron cambios obligados en la segunda mitad. El técnico Guillermo Duró intentó reaccionar con variantes: ingresaron J. F. Cevallos para ordenar y Jaime Ayoví junto a Washington Corozo para buscar un gol que nunca llegó.
Antes del final del primer tiempo, José Angulo anotó para Emelec, pero tras revisión del VAR, el árbitro Robert Cabrera anuló la acción por posición adelantada.
En la segunda mitad, al minuto 72, Luis Castillo derribó en el área al recién ingresado Byron Castillo, y el árbitro no dudó en señalar penal. Janner Corozo, goleador del equipo torero, se dio el lujo de picarla al estilo de Damián “Kitu” Díaz. El gol desató la euforia visitante y dejó sin reacción a Pedro Ortiz. Era el 3-0 para Barcelona.
Luego vino el momento más tenso. El juego se detuvo casi 20 minutos por lanzamientos de botellas desde la tribuna alta de la Avenida Quito hacia el arquero Ignacio de Arruabarrena. Tras la pausa, ya en tiempo de adición, Bryan Oyola fue derribado en el área y anotó el penal que selló el 4-0 definitivo. La hinchada eléctrica quedó desconcertada, sumida en un silencio frío.
El regreso de Joao Rojas a las canchas, tras año y medio de inactividad por lesión, fue especialmente emotivo al culminar el encuentro.
La actuación del árbitro y la polémica
Robert Cabrera mostró siete tarjetas amarillas y dos rojas, pero su manejo del partido dejó muchas dudas. A pesar de que al minuto 43 el juego se detuvo momentáneamente por el apagón de las luminarias en la General Gómez, el árbitro decidió continuar. Más tarde, frente al lanzamiento de botellas al arquero de Barcelona, Cabrera tenía la responsabilidad, amparado por la Ley 5 de las Reglas de Juego de FIFA/IFAB, de detener el encuentro para proteger la integridad física del jugador.
Esta ley le otorga al árbitro la autoridad total para suspender o abandonar un partido cuando existe una interferencia externa que pone en riesgo la seguridad de los jugadores o cualquier persona involucrada. El lanzamiento de objetos desde la tribuna fue una clara interferencia externa y, por reglamento y sentido común, el partido debió suspenderse hasta garantizar la seguridad en el estadio. Sin embargo, Cabrera optó por reanudar el juego y dejar que se jugara hasta el final, una decisión que solo alimentó la polémica y dejó la sensación de que el Clásico fue mal manejado desde el silbatazo inicial.
Realidades que pesan
Para Barcelona, la goleada es un respiro en un año difícil: fuera de Copa Libertadores y Copa Ecuador, el centenario no ha sido lo esperado. Esta victoria no cambia la realidad estructural del club, pero devuelve orgullo a una hinchada dolida.
Para Emelec, la caída duele doble: la posición en la tabla se complica y las fechas siguientes podrían traer sanciones si la LigaPro confirma las investigaciones por lanzamiento de objetos y hechos de violencia. La LigaPro contempla multas, partidos a puerta cerrada e incluso suspensión temporal del estadio si se confirma que hubo riesgo real para jugadores y oficiales. En caso de aplicarse, Emelec sufriría un golpe económico y deportivo importante.
El Clásico del Astillero dejó una goleada para el recuerdo y una polémica que no se apaga con el pitazo final. Barcelona recuperó orgullo; Emelec quedó con dudas, rabia y probable factura disciplinaria. En medio, el árbitro y las luces apagadas fueron protagonistas indeseados