Una vida fugaz y un legado eterno en el corazón del fútbol ecuatoriano
Un día como hoy, 7 de mayo de 2005, el fútbol ecuatoriano vivió una de sus jornadas más tristes. En la vía entre Santo Domingo y Quevedo, fallecía en un accidente automovilístico Otilino Tenorio, apenas un día antes del Día de la Madre. Tenía solo 25 años, pero ya era considerado una de las grandes promesas del país. Ese día, la alegría del gol perdió a su superhéroe, un jugador que no necesitó capa, solo una máscara de Spiderman y una sonrisa inmensa.
Pero ¿quién fue Otilino George Tenorio Bastidas y por qué sigue vivo en la memoria del fútbol ecuatoriano?
Nacido en Guayaquil, en el barrio La Chala, un barrio donde se juega con el alma y se sueña con el balón. Desde pequeño fue hincha del Club Sport Emelec, al que admiraba profundamente. Ídolos como Raúl Avilés, Luis Capurro y Eduardo «Ñato» García lo inspiraron. Debutó en el primer equipo eléctrico en 1998, y entre 2000 y 2003 se convirtió en figura. Fue campeón con los azules en 2001 y 2002, y marcó 57 goles con la camiseta que tanto amaba.
En 2004 emigró a Arabia Saudita para jugar en el Al Nassr, donde vivió una breve pero enriquecedora experiencia. En 2005 regresó a Ecuador para vestir la camiseta de El Nacional, y su regreso a Emelec ya era un rumor que ilusionaba a muchos.
Con la selección nacional disputó 13 partidos y anotó 5 goles. Era parte del equipo que clasificó al Mundial Alemania 2006, pero el destino cruel y repentino, le cerró el arco a uno de sus goleadores. Durante ese Mundial, su amigo Jaime Iván Kaviedes marcó un gol ante Costa Rica y se colocó una máscara amarilla en su honor. Fue uno de los homenajes más emotivos en la historia del fútbol ecuatoriano. ¡Era Otilino, bajando desde el cielo a festejar con nosotros!
Hoy, su historia vive en cada niño que celebra con una máscara, en cada gol que se grita con el alma.
Otilino no murió. Solo cambió de cancha. Y en la memoria del fútbol ecuatoriano, aún sigue jugando.