Imane Khelif, la polémica boxeadora argelina que recientemente participó en los Juegos Olímpicos de París, ha generado un debate sobre su elegibilidad por motivos de género. Las acusaciones infundadas de identidad sexual han creado una discusión que ha superado la barrera del deporte con argumentos basados únicamente en prejuicios. Sin embargo, es importante aclarar que la diversidad corporal en la actualidad es una realidad en la población.
Insistir en pruebas de género basadas en características físicas o genéticas es parcial, porque el sexo biológico no es sólo masculino o femenino sino un amplio espectro de posibilidades. Además, la identidad de género es una experiencia individual y puede coincidir o no con el sexo asignado a una persona al nacer.
Estas variaciones hormonales no confieren una ventaja competitiva descontrolada y no justifican la exclusión de atletas de las competencias.
El caso de Khelif plantea la cuestión de si las normas actuales del atletismo están obsoletas. Es necesario contar con criterios de elegibilidad para dichos deportes, que estén basados en evidencia y sean más inclusivos que los actuales. El objetivo sería garantizar la equidad de la competición respetando y no violando los derechos humanos de los atletas.