Barcelona perdió 2 a 0 ante Flamengo. El próximo miércoles será la revancha en Guayaquil, ante su gente
Barcelona se mentalizó que su partido ante Flamengo era el juego más importante de la temporada, de los últimos años y, por qué no, de su existencia.
Los 20 minutos iniciales nos mostraron un Barcelona batallador, aguerrido; ese club que invoca las hazañas y las presenta ante los ojos de sus hinchas como sueños que erigen su grandeza.
El equipo ecuatoriano perdió 2 a 0. En el peor escenario (perdiendo por dos goles, con un jugador menos y en condición de visitante), dejó la llave abierta a la especulación y fe de quienes creen que es posible verlo en una final de América.
Barcelona es ese villano que cualquier director de película permite vivir hasta el final, porque sabe que su antagonismo mantiene la atención de los espectadores, aquellos que creen saber el final; pero que suelen obnubilarse ante las sorpresas. Barcelona es el antagonista de Flamengo y, al dejar la serie abierta, el relato de lo imposible puede permear la realidad.
No fue el mejor partido de Burrai. No fue la mejor presentación del bloque defensivo. Damián Díaz y Byron Castillo se mostraron ausentes de su talento, como si este hubiese decidido quedarse en Guayaquil agazapado y expectante para encontrar el momento exacto en que deba aparecer. Lo mejor fue Mastriani, por su lucha y empuje, que quizá viene adherido más a su carácter y temple que a las circunstancias del partido. Ese Barcelona no puede empeorar. Esa presentación imprecisa y forzada no está en concordancia con la convicción de su historia.
El equipo torero muestra un indescifrable camino al éxito, aquel éxito deportivo que todos sabemos que va a llegar, pero que no sabemos cuando. El equipo de barrio tiene un intento más por alcanzar el lugar que obedece a su historia, de permitirse aferrarse al anhelo de que en el fútbol todo es posible y que la inesperada clasificación a la final podría estar en Guayaquil, ante su gente.
Si usted amigo y amiga lee estas líneas y se siente agobiado con esta narrativa fantasiosa de un equipo de fútbol, sepa que en el hambre aparecen las cualidades impensadas del hombre y hoy Barcelona tiene hambre de gloria. Quizá en esta oportunidad el fútbol nos otorgue nuevamente aquella dignidad que durante años se nos vio arrebatada y que, en los últimos tiempos, hemos podido recuperar.
Al frente está David, aquel gigante que derrotó a Goliat; sin embargo, que sería de esa historia si no la modificaban aquellos desfavorecidos que soñaron con verle caer derrotado a merced de una piedra. Es posible que la primera historia se repita una y mil veces, lo importante será estar a la altura de las circunstancias y creer que en verdad los grandes pueden caer.
Foto: BarcelonaSC
Twitter: @LRCadena